De haber sabido que el quinto disco de Los Queridos estaría tan condenadamente bueno no me la hubiera pensado tanto para irlos a ver a su mini-temporada en el Pasagüero, donde interpretaron el disco en su totalidad antes de ser grabado en el estudio.
Pero eso ya fue el año pasado y debe ser olvidado. Este año The Dears nos dieron una grata sorpresa con un levantón que dieron comparado con su tranquilo Missiles. Degeneration Street tiene la fantástica voz y el dramatismo que Murray siempre le ha sabido imprimir. Y debo señalar un cambio de mood muy notorio en general pues, aunque uno sabe que el mismo grupo bipolar que va de los desgarres bocales a las melodías en un par de segundos está aun por ahí, se respira un aire mucho más pop.
El disco abre con uno de los mejores tracks que han hecho los canadienses: me refiero a “Omega Dog”, quien tiene como protagonistas a las guitarras. Luego viene una explosión de buenaondez y melancolía en “5 chords”, muy accesible y muy disfrutable. Posteriormente llega “Blood”, que maneja el mismo estilo de siempre: inicio lento, coro explosivo, y se repite hasta que las palabras pierden sentido. Pura dulzura.
Después nos dan una gran arma para el tiempo del azote: “Lamentation”, seguida de “Torches”, que hace la función de interludio instrumental y dar paso para el cierre de los temas más okcomputerezcos, siendo “Galactic Tides” el último de éste tipo.
Luego llega la euforia de nuevo con “Yesteryear”, que es un descaro de diversión. Y después está la que se lleva las palmas y la ovación de pie: “Stick with me kid”, tema lleno de drama, coros pegajosos y pop de excelente manufactura, que yo juraba que parecía tema de créditos de novela mexicana, pero solo eran ideas mías.
Los últimos tracks se acercan mucho más al sonido de discos anteriores, pero bien amalgamado a lo que suenan ahora. Sin duda The Dears han crecido como banda al tratar de buscar otros horizontes sin haber dejado su escencia.
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