¿Lana del quién? Ya es mitad del año: vamos, nadie se acuerda de todas las expectativas que generaba esta señorita a principios de año. Desde la mitad del 2011 tenía a muchos salivando con las buenas cartas de presentación que representaban sus singles “Video Games” y “Born To Die”.
Ya con un poco menos de hype alrededor de su personaje (vamos, ahora tiene tan poca presencia en las redes sociales que uno duda si Lizzie ahora vende tamales por las noches) podemos emitir una opinión más acertada sobre su supuesto disco debut, Born To Die. Y digo supuesto porque cada día se lanza un disco con uno de sus alter-egos anteriores como si los hubieran encontrado a manera de comunidad de hormigas abajo de una piedra.
La mera verdad es que Born To Die está muy lejos de ser malo. Para usted, jóven lector, que disfruta de las poderosas guitarras de las bandas de metaleros mechudos, este disco le parecerá una verdadera aberración. Sin embargo, para los amantes del pop, hay un particular encanto que temas como “Summertime Sadness” o “Blue Jeans” hacen evidente al darle algunas pasadas al disco de Lana.
Elizabeth canta transformándose en este personaje indefenso y dependiente del amor, pues muchas canciones giran en torno a evocaciones muy sentimentales, todo muy salpicado de deliciosa melancolía y mucho uso de instrumentos de cuerda de fondo. Por otro lado, si uno le quita tantos adornos, las rolas llegan a parecer vacías y sosas, como “This Is What Make Us Girls” o “Lolita”. Sin embargo, esos pequeños detalles son lo que cuece a Lana Del Rey por separado: independientemente si a corto o mediano plazo podamos considerarla como una artista de calidad y duradera, con Born To Die hizo cosas diferentes y con un encanto particular, ese encanto que hace que el torpe rapeo de Lana en “National Anthem” pueda llegar a considerarse hasta tierno.
Esperemos que este talento no solo haya sido un producto bien construido junto con un golpe de suerte. Al menos tuvimos un buen disco de pop que nos mantuvo inmersos la primera parte del año.
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